martes, 27 de febrero de 2007

Declaración de amor a un hombre

A mi hombre

Yo no podré decirte, niña,
de tus cabellos amarrados a mis manos
de la grandeza de tus ojos en mis ojos,
de la dulzura de tus manos en mis manos.

Yo no podré decirte, niña, de tus labios
el calor de los besos que no has dado,
el fulgor de caricias que prometes,
el caudal que se pierde en tu cintura.

Y no podré cantarte, niña, en mis excesos
la tibieza de tus senos por las tardes,
la insondable oscuridad de tus abrazos,
la ternura exquisita de tu sexo.

Amado:
te descubro infinito en el orgasmo.
Anúlame tú en el espacio de tus manos,
anúlame tú, el de delicias imposibles,
anúlame tú, el de temblores absolutos,
descárgame en ti al filo de mi grito,
grito de ti y tu nombre en la demencia
de tenerte en mi boca y abrirme en tu regazo.

Amado,
agota el giro.
Te abro la puerta:

viernes, 23 de febrero de 2007

Giro

¡Giro!
Esta marea de luna
este rumbo sin rumbo y andar, andar
Es que el viento se cansa y me enamora
¡Rompo! ¡Tumbo!
La risa de las rocas (desvarío)
La luna llena de espuma
la costa suave el arrullo
Esta casualidad de encerrarme en una concha
enredar con estrellas y corales
Duermo, gimo
La arena de mi almohada (extravío)
¡Giro! ¡Rompo! ¡Tumbo!
Giro
Esta marea de luna
este rumbo sin rumbo de andar y andar
este encerrarme a solas
perder el grito en caracolas
El canto de la lluvia (desatino)
Y giro
Esta marea de luna
este rumbo sin rumbo por andar, andar
Es que el río siempre lleva al mar.

jueves, 22 de febrero de 2007

Redención

(a modo de apertura)

Es ella, la otra,
la que olvida
la que huye
la que mata.
Es ella quien ríe ávida en la cama
la que no puede contra el ansia y se lanza a las uñas
a los gritos a los gatos
a golpear ideas lejanas contra las paredes.
No soy yo.

Los días se pierden en el éxtasis de la tarde
cuando la luna gime
y ella come el viento
y ella insiste.
Terriblemente llena de vacío, se cansa de sí misma y corre a ningún lado.
Tengo que soportarla porque no podría estar sola.
Vivir sola.
Y es ella la que mata.

En la noche la arrullo con lágrimas,
las convierte en estrellas y se ríe de mis lágrimas.
Ella no llora la muerte
Ella es la que puede
la que deja
la inconstante y terca.
Me despierta su risa,
su incontenible deseo de búsqueda
-Ella le llama búsqueda a la huída-.
Huye de nosotras porque odia el ruido
y yo no entiendo su silencio.

Ella es la que rompe la que incita
la que habla.